martes, 23 de diciembre de 2008

// El sabor de la Navidad .

Este año la navidad me sabe diferente... y definitivamente no me sabe a navidad. Se acabó la escuela, se acabó el trabajo y aunque oficialmente no se hayan acabado las responsabilidades, yo misma me he encargado de mentalmente ponerle un punto final a todos mis "que-haceres". 

Es curioso como el cuerpo y el alma se dejan engañar tan fácil por la cabeza, ¿no?; en específico me refiero a que se acostumbran a la rutina y se vuelven víctimas de la costumbre en cuestión de minutos. De pronto ya no son de carne y de escencia, sino de hierro y butano... de pronto ya no sirven para sentir, sino para sobrevivir al ajetreo de la existencia robótica a la que tan fácil nos entregamos... y así de pronto ya no tienen sed de armonía, sino de neurosis. ---Insisto: que complejos somos los seres humanos.

A veces me parece que las palabras 'pasado' y 'pecado' fuesen sinónimos. Ahora nadie desea perdonarme; y para el colmo, he perdido la capacidad de perdonarme a mí misma. 

Mi navidad no adquirió un sabor amargo... más bien, sólo estoy envejeciendo.  Me endurezco y se me olvida como amarme. Me congelo y se me olvida como amar. 



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